domingo, 26 de abril de 2015

Híspalis romanae est

 
                                                                                                 ( 1ª parte )




      Si pensamos un poco en cómo fue aquella Sevilla antigua (la de los tranvías) o más antigua aún, aquella romana, aquella que los eruditos de la Historia la mira árabe, aquella que solo se robaban sábanas, aquella en la que en aquel tiempo solo había hambre y miseria para la mayoría de sus trescientos mil ciudadanos, quizás que no llegásemos a los cien mil habitantes dentro de la Sevilla propia, sin contar barriadas y suburbios. Una población pequeña, donde las tradiciones se conservaban.

     Pero también era una ciudad acogedora. Era difícil salir a la calle y no encontrarte con una cara conocida. Observando hábitos, costumbres y modales me recordaba a cualquier ciudad romana. Lo árabe y lo gótico me parecía superficial. Estaban a la vista en la arquitectura de catedrales y giraldas. Teníamos azoteas y alcantarillas, azulejos y almohadas. Pero a la hora de la verdad todos se comportaban como latinos. Todos somos béticos.

     Y cuando se levantaba un solar, no se encontraban columnas góticas, árabes o mozárabes. Sorprende que a tan poca profundidad, bajo un solar moderno, salgan a relucir arcos romanos. Y sorprende aún más que los eruditos de historia no le den importancia a este hecho. Es como si quisiéramos esconder nuestro origen, si este origen no es andalusí. Y así, con excepción de la muralla en la Macarena, ocultamos mármoles romanos en calles oscuras, columnas caídas y olvidadas.

     Fastidia enormemente, pues, la arrogancia de la Universidad. Yo no sé de lo que estoy hablando porque no tengo un diploma. "Esta cuestión es extremadamente compleja...", empiezan diciendo los historiadores porque no tienen ni puñetera idea de la verdadera historia sevillana. Pero tienen diplomas, estudian libros.

     Yo, por el contrario, voy al anfiteatro donde van a matar a seis toros y veo mujeres con mantilla y peinetas, como si fueran matronas de Itálica. Y veo hombres que aún usan brillantina. La emoción en las caras cuando salen los gladiadores y piden permiso al César. Los trajes de luces ya no están hechos de metal y cuero y el casco romano dio paso a la montera. Todo quedó simbólico, pero está a la vista.

     Levantan una piedra en la calle Céspedes y no sale un templo judío sino un escudo romano. Tiran la pared de una casa en la Puerta Carmona y no sale un retablo gótico sino un arco romano.

     Cambiaron nombres de calles y equivocadamente le atribuían los nombres antiguos a marqueses. No hubo tal Marqués de Luna. Señor historiador, si hubo tal marqués tomó el nombre de la calle y no al revés. Sol, Luna, Artemisa...

    Que no nos dé vergüenza de ser romanos. Luna suena mejor que Escuelas Pías, Betis mejor que Guadalquivir. Somos tan hispalenses como los de Huelva son onubenses. Y Sevilla no fue fundada por San Fernando ni por ninguna caja de ahorros...Heracles fundator.




                                                   Heracles me ediffico
                                                   Jvilio Cesar mecerco
                                                   demuros y tores altas
                                                   el rey sancto megano
                                                   con Garci Perez de Vargas




    
Resultado de imagen de Julio César y Hércules

2 comentarios:

  1. Hombre, señor Mendiola, bético, bético, no sé... a mí me gusta más el que gana las copas de la Uefa, pero sí que lleva usted razón con las formas y los usos. Que aquí hemos mantenido hasta una centuria, lo que no tienen ni en Italia. A ver quién puede decir eso. Un abrazo, amigo Rafael.

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  2. Cuando escribí eso de... "Todos somos béticos" sabía que ibas a contestar con eso. Y esa centuria a su paso por San Luís...
    Un abrazo.

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