domingo, 23 de julio de 2017

Viaje a la luna

        




          
          Había una vez un niño llamado Paulo que de mayor quería ser astrónomo. Todas las noches antes de dormir, se asomaba a la ventana para ver a la luna. Se hizo con el rollo del papel higiénico un telescopio con el cual podía verla. 
          
          Una noche vio que le sonreía, hasta llegó a ver cómo la luna le guiñaba un ojo como queriéndole decir: ¡Ven, ven!. 
          
          El niño quedó totalmente asombrado, no podía creer lo que estaba viendo.
          
          Entonces observó que la bicicleta que tenía al lado se movía sola. Se montó en ella y entonces ocurrió...
          
          La ventana estaba abierta y salió volando. Él quería guiarla hacia abajo, hacia tierra firme, pero la bicicleta cada vez cogía más altura, y más, y más...
         
          Y tan alto subió, que llegó a la luna.
          
          Aterrizó en lo alto de un cráter del cual salieron dos seres muy extraños, pues tenían cuatro orejas, dos narices y tres ojos cada uno. Estaban parados y flotaban, ninguno de los dos ponía los pies en el suelo.
          
          Al pronto se asustó mucho, pero Mycho y Flavius  lo tranquilizaron hablándole dulcemente. Paulo al principio no entendía nada poniendo una cara de asombro y de ignorancia. Era un idioma muy raro.
          
          Ellos al darse cuenta de que no se estaba enterando de lo que decían, decidieron traducirlo, al mismo tiempo que hablaban salían de sus orejas una serie de números y letras.
          
          - H0l4,  n0  73n645  m13d0,  n0  73  h4r3m05  d4ñ0 -

          Paulo se quedó con la boca cuadrada, pues ahora sí se estaba enterando de lo que decían, aunque no muy bien.

          - ¿D3  d0nd3   v13n35?  ¿C0m0  73  ll4m45? - preguntaron.

          - V3n60  d3  l4  T13rr4  y  m3  ll4m0  P4ul0 -  ¡Ups!... 

          Se dio cuenta que a él también le salían de las orejas esos números y letras. Pensó que era así como podía comunicarse con ellos.

          - V3n  c0n  n0507r05,  73  3n53ñ4r3m05  nu357r0  h064r.  P3r0  4n735  d3b35  p0n3r73  35705  z4p4705  p4r4  n0  p154r   3l  5u3l0  y   n0  d3j4r  hu3ll45.

          Paulo se puso esos zapatos tan raros y vio que su cuerpo se elevaba unos centímetros del suelo y se fue con ellos. Pensó que así tendría una aventura para luego contar a sus amigos.

          A través de muchos túneles, puentes y caminos estrechos, llegaron a una explanada donde se hallaba una gran ciudad. Ellos la llamaban Selene. Sus habitantes son los selenitas.

          Antes de llegar le preguntaron:

          - ¿Y  7ú,  c0m0  h45  ll364d0  h4574  4qu1?

          ¡ 4nd4,  l4  b1c1cl374 !   51n  3ll4  n0  p0dr3  v0lv3r  4  c454

          - N0  73  pr30cup35,  m4nd4r3m05  4  r3c063rl4.

          Todo lo que veía flotaba, la gente, los edificios, el transporte. Estaba maravillado de ver tantas cosas distintas a las de la Tierra. Sus amigos no se iban a creer nada cuando les contase todo aquello. Les preguntó el porqué todo estaba en el aire y nada tocaba el suelo. Dijeron que si algo tocaba el suelo permanecería la huella para siempre.

          ¡ Cl4r0,  p0r  350  h4y  74n705  46uj4r05  3n  l4  lun4 !

          - 51, l05  cr473r35  30n  1mp4c705  d3  m3730r1705.

          ¡Claro! - pensaba Paulo. Con razón la luna desde la Tierra parece un queso de gruyere. 

          Lo llevaron hasta un observatorio donde ellos podían ver la Tierra desde un potente telescopio. Paulo se puso a mirar y vio la Tierra tan cerca como si estuviera en un helicóptero. 

          ¡¡ 0h ,  v30  m1  c454 !!

          Mycho y Flavius se miraron y sonrieron. 

          Bu3n0 ,  4qu1  713n35  7u  b1c1cl374 ,  pu3d35  1r73  cu4nd0  qu13r45.

          Paulo cogió su bicicleta y se despidió de ellos prometiendo que iría a visitarlos otra vez. Al montarse, su bici empezó a tomar altura, cada vez más y más rumbo a la Tierra.

          La bicicleta parecía que conocía bien el camino, pues casi sin guiar se coló por la ventana de su dormitorio. 

          Como estaba muy cansado, se acostó en su cama y pronto se quedó dormido, estaba agotado. 

          Cuando su mamá lo llamó para que se levantara para ir al colegio, le dijo que había tenido una aventura muy hermosa. Que había ido a la Luna.

          Su madre le dijo que podía haber tenido un sueño.

          Entonces miró que el rollo de papel higiénico estaba en el suelo y la bicicleta en un rincón. 

          Se subió a la bici y vio que no volaba. Pensó que quizás su madre llevase razón, que había sido todo una fantasía, una ilusión.

          Pero, ahora no estaba la luna. ¿Y si...?

          Por la noche volvería a intentarlo.

          

         




          

         

lunes, 17 de julio de 2017

La cama de los cuentos 2

          


          

          Las dos hormigas Ortiga y Espiga iban de nuevo por ese camino lleno de colores, las flores lucían más brillantes porque ahora estaban en plena primavera. 

          Habían dejado atrás una aventura llena de emociones y se disponían ir a casa, a la cual hacía mucho tiempo que no iban. Seguramente sus familiares estarían preocupados por ellas.


          De pronto vieron cómo a lo lejos parecía que se movía las flores, pero no hacía viento. 


          Eran otras hormigas que venían en fila haciendo zigzag y cada una llevaba una hoja, la cual era cinco veces su tamaño. Decidieron seguirlas para ver dónde se dirigían. Al cabo de un buen rato vieron un gran montículo, que las hormigas esquivaron en un gran rodeo. Era una colonia de termitas y en lo más alto había varios soldados de grandes cabezas y más grandes aún sus mandíbulas, capaces de arrancar de cuajo la cabeza de una hormiga. Notaron que habían tomado más velocidad para que no se percataran de su presencia.


          - ¿Qué hacemos, nos vamos para casa o la seguimos para ver dónde van? - dijo Espiga a Ortiga. 


          - ¡Vamos a seguirlas! - dijo Ortiga.


          La fila de hormigas que transportaban esas hojitas se metieron en un agujero en el que también había dos hormigas soldados en la entrada,  una a una iban desapareciendo.


          - Esta situación me recuerda un poco a la aventura anterior, en la que en la puerta del castillo había dos centinelas - dijo Ortiga. 


          Como no estaban bien escondidas fueron vistas por los centinelas que les dijeron: 


          - ¡Eh, vosotras! ¿Qué hacéis ahí? ¡Venid aquí!


          Llegaron donde estaban las dos hormigas soldados en la puerta y dijeron:


          - ¡Hola, somos Ortiga y Espiga, pero no pertenecemos a vuestro hormiguero!


          Bueno, si venís en son de paz, podéis entrar y así conoceréis cómo funcionamos dentro.


          Así lo hicieron, entraron y fueron recibidas por una hormiga joven, que era la que tenía que saber todo lo referente al refugio.


          - ¡Pasad, pasad! - dijo Hana -


          - Como podéis ver todo son pasadizos perpendiculares y galerías laterales, tenemos hecho los túneles a distintos niveles para que cuando llueva no se inunde el hormiguero, hay cámaras de crías o larvas que son alimentadas y aseadas por las hormigas obreras, también tenemos cámaras para almacenar comida, tenemos cuartos de estar, cuartos de baño y hasta un basurero que está cercano a la superficie. También hay una gran sala en la que vive nuestra reina, la cual está constantemente poniendo huevos.


          - Sí, en nuestra colonia también es lo mismo - dijo Ortiga.


          - Por cierto, tenemos que irnos porque nuestros padres estarán preocupados por nosotras, hace mucho tiempo que no volvemos a casa.


          Hana les acompañó hasta la salida a través del laberinto de túneles, en el que cualquiera que no supiese el camino se perdería fácilmente.


          - Gracias por enseñarnos vuestra casa. ¡ Adiós!


          De nuevo estaban otra vez camino a casa, hablando de lo que les había pasado - que eran muchas cosas - el camino iba a ser largo, se guiaban de los árboles, los cuales sus ramas siempre crecen más mirando al sur y su casa estaba al norte, donde el musgo crecía por ser zona más sombría y húmeda. Treparon por un árbol por si podían ver el sol a través de las ramas para así poder orientarse aún mejor. Llegaron casi a la copa del árbol y vieron a lo lejos que algo se movía, era como una gran mancha negra móvil. Pero no podían ser las hormigas obreras porque era demasiado lejos y además era mucha la extensión que cubría y todo desaparecía. 


          Se miraron una a otra pensando lo mismo y gritaron las dos a la vez: 


          - ¡¡ Marabuntaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa !!

   
           Bajaron del árbol a toda prisa y corrieron lo más que pudieron para avisar a la colonia de Hana, no había tiempo que perder, dentro de poco tiempo todo podría desaparecer, la marabunta arrasa con cualquier cosa a su paso; por donde pasa no vuelve a crecer en mucho tiempo.

          Llegaron con las antenas arrastrando por el suelo y casi sin poder  hablar del tremendo esfuerzo que habían hecho. 


          Cuando llegaron a la puerta del hormiguero alertaron a las hormigas soldados de lo que vieron; del peligro que corrían todos, ellas incluida.


          De unas a otras se iban diciendo lo que pasaba y en cuestión de un minuto ya lo sabía todo el hormiguero el cual alertaban a otras colonias.


           A nadie le daría tiempo de huir porque la marabunta avanza más rápido y por mucho que corrieran o se escondieran no tendrían salvación.


                Las reinas de todas las colonias se reunieron urgentemente para poder trazar un plan de defensa. Pidieron ayuda a las avispas y a las termitas que aunque eran enemigas, más lo era la marabunta que acabarían con todos si no se unían y dejaban a un lado sus rencillas. 


          Sabían que el punto débil de la marabunta era el fuego o el hielo. 

   
          Espiga y Ortiga estaban atentas de todo lo que pasaba y preparadas para lo que hiciese falta, cuando de pronto escucharon un gran ruido que venía del cielo miraron hacia arriba y vieron a Abelardo que en ese momento pasaba por allí.

          ¡ Abelardoooooooooooooooooo ! - gritaron las dos al mismo tiempo.


          Abelardo, que a pesar del ruido que hacían sus grandes alas, tenía muy buen oído, las oyó y rápidamente voló hacia ellas.


          - Hola amigas, ¿qué pasa?


          En menos de un minuto Ortiga y Espiga pusieron al corriente a Abelardo la situación. 


          Rápidamente Abelardo fue en busca de otros abejorros y en muy poco tiempo se presentó con un ejército.


          Al juntarse todas las colonias eran millones las hormigas. Dieron la orden que las de grandes mandíbulas cogieran piedras que al chocar saltaran chispas, así pudieron hacer el fuego que extendieron a un kilómetro de ancho, al mismo tiempo que las obreras hacían un gran cortafuego a la misma anchura, para que el fuego no fuera hacia ellas.


           El ejército que trajo Abelardo se pusieron en el cortafuegos y moviendo rápidamente sus alas hicieron que el fuego fuera hacia la marabunta, que iban quemándose por miles.

                     A las soldados termitas se las mandó al lago helado para que con sus grandes mandíbulas cortaran el hielo y así poder hacer trozos, los cuales los ponían en grandes hojas que muchas avispas cogían y sobrevolaban hacia el centro de la marabunta donde estaba la reina, pensaban que acabando con ella se retirarían. 

         Mientras que el fuego hacía su trabajo haciendo retroceder a los enemigos, el cielo se llenaba de avispas llevando el arma mortal contra la marabunta, soltando los cubitos de hielo en el centro de la gran mancha negra donde la reina estaba protegida por una legión de soldados, era como un bombardeo, las que soltaban su carga volvían a por más y eran miles.


          Hasta que se abrió el centro y se quedó al descubierto la gran reina, que era 50 veces el tamaño de las demás, entonces las avispas concentraron todo el hielo que llevaban hacia ella. 


          Así pudieron derrotarla y ganar la batalla. Entre el fuego y el hielo acabaron con casi todos. Los pocos que quedaron cogieron el cuerpo de su reina y se la llevaron.


          ¡ Ganamosssssssss ! ¡ Hemos vencidoooooo ! - gritaban todos.


          Ahora quedaba apagar el fuego rápido.


          Volvieron a reunirse el consejo de reinas y acordaron en hacer un gran cortafuego alrededor y así pudiera arder solamente lo que ya estaba ardiendo y que no se extendiera.


          Al mismo tiempo las avispas seguían transportando los cubitos de hielo, pero esta vez los echaban al fuego, y como eran miles y miles de cubitos, poco a poco se iba apagando. Al cabo de tres días se apagó completamente.


          Ortiga y Espiga estaban alucinadas de lo que habían presenciado; No daban crédito a sus ojos; nunca pensaron que iban a poder vencer a la marabunta; que todos iban a morir.


          Cuando ya pasó todo, cuando ya no hubo peligro alguno, se reunieron todas las reinas de todas las colonias, incluídas las reinas de las termitas y de las avispas. Acordaron que habría un mes de fiesta por la victoria y que de ahora en adelante vivirían en paz entre ellas.


          Ortiga y Espiga se despidieron de Hana, de Abelardo y de todos, agradeciendo la buena acogida que tuvieron con ellas.


          Y de nuevo emprendieron el camino hacia su casa. 


          Iban hablando de todo lo que les había pasado, no se iban a creer en su colonia todas las aventuras que habían  tenido.


          El camino volvía a llenarse de flores de colores...